martes, 31 de julio de 2007

Perfume

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Calor.
ODIO el calor.


Y un paseo en el boulevard no lo aliviaba. Ni aún por el atardecer, con la brisa del mar.
Realmente estaba molesta, cansada y chocada de ese lugar al que, como casi siempre, por obligación tenía que ir.
Es tan detestable para mi como alguien de corazón inhumano.
Cada neurona dentro de mi, estaba dispuesta a odiar algo.

Pero, como si Dios hubiese escuchado mis protestas,
ocurrió un milagro maravilloso:


Las pequeñas moléculas que se desprenden de ESA sustancia aromática parecían haber viajado distancias inmensas y llegado a las terminaciones de mi nervio olfatorio, que inmediatamente mando la sensación a mi cerebro:
Simplemente, olí tu perfume...


Y el mundo se detuvo a mi alrededor.
No estaba ya molesta, cansada, chocada.
Era tu perfume...realmente lo era...


Estaba mezclado con el sabor del viento marino y tenía toques de una transpiración inexistente en ti, aroma que jamás había conocido.

Lo dulce y suave de tu cuerpo, y lo salado y bravo del mar se fundieron en uno sólo, como si fueran y hubiesen sidos inseparables y eternos. Ninguno le restaba importancia al otro. Se fundían en silencio, para que nadie supiese que antes eran dos cosas y no una.

Irrespetuosamente, llegó un tercer aroma para mezclarse con el éter sagrado que se había formado. Y desde tu sublime cuerpo, esa soberbia forma que te envuelve, haciéndote una realidad más que palpable; llegaba la sensación de calor y la humedad proveniente de cada célula tuya, esa misma sustancia salina que yo pensé llegar a odiar.

La unión ya formada, contraria a desquebrajarse en mil pedazos, se unio en perfección con la esencia:
Simplemente, era la gloria.


Desde el sentimiento que me abordaba; llegó una fantasía. No era una visión que hiciese reaccionar mi instinto o que despertara mi líbido. Sino más bien, se había adentrado en mi corazón, y se fusionaba con mi alma.

Formándose del juego de ángulos imposibles y divinos, hilvanando cada centimetro de un infierno y paraiso, estaba tu piel. Y pegada con descaro a tu torso perlado por el sudor del día, una camisa blanca; burlándose del hecho que fuera ella y no yo, quien te tocara, quien pudiera acariciarte, delineando magnificamente tu cuerpo, trazando caminos que hubiesen hecho DaVinci o Miguel Ángel suplicar, matar por ellos. Maldita camisa que no era yo.

Girando tu cuerpo, la espalda fuerte y ancha que te sostiene en pie, reflejaba los matices dorados que el atardecer mostraba sólo ante ti. La línea que dibujaba tu columna, era claramente una provocación a aquellos que trataron de definir la belleza, para enseñarles que todo lo "bello" no tendría nunca oportunidad contra ti.


La molestia que sentía, no era suficiente para borrar la felicidad que me embargaba.
El lugar que yo juraba odiar, era sólo la distancia que te mantenía lejos de mi.

Simplemente te extrañé más...


La ilusión, puedo asegurar no duró más de 2 segundos en mi mente. No obstante, quedé tan marcada de ella, que puedo pasar horas describiéndola con detalle, que me hizo inmensamente feliz, y que me hizo, como pobré que era posible, amarte más.

sábado, 7 de julio de 2007

Poder

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Tienes una sonrisa hermosa.

Me encanta tu sonrisa, te lo había comentado ya?

También, tu cabello, ese cabello medio rizado que se desliza sin tapujos por tu cuello. Cuello que me encantaría besar.

Y me encanta…espera que cosa de ti, no me encanta?

Y no sólo me encanta, me hechizas, me fascinas.


Adoro verte.

Sentir que por ese momento eres tan mío. Momento que puede no repetirse; por eso, trato de disfrutar todos y cada uno de los segundos que te tengo a mi lado.

Y se hacen, tan cortos.

Luego cada uno de ellos se pierde en mi memoria, y sin embargo, te puedo asegurar que si trataran de quitármelos, podría arrancarle el corazón sin remordimientos a quien lo hiciera.

Adoro que me mires.

Saber que ese instante, ante el mundo, sólo estoy yo. Que tus ojos no son de nadie más que míos. Que tus irises negras, tan negras y profundas, son el abismo de mi perdición.

Tu mirada, tan serena y cautivante, es el tesoro que he buscando durante tanto tiempo y que ha aprisionado mi alma. Suplico entonces, sea condena a cadena perpetua y que no se me libere hasta mucho después del final de mi existencia, justo cuando el tiempo no exista y el amor se haya olvidado.

La fragancia de tu cuerpo es mejor que cualquier esencia que exista, que el un mortal haya creado. No... ni siquiera la ambrosia se compara con el aroma dulce y cortés que se revela en tu presencia.

Eres mi debilidad y mi mayor fortaleza. Moriría por ti y viviría por ti.

Todo este poder tienes en ti, lo sabes?

¿Necesito que me digas que me quieres, que me adores? ¿Qué me beses? ¿Qué no sea yo, una persona más que te conoce y te aprecia, sino alguien tan importante para ti como es el aire para los humanos? Aunque sólo sea un momento?

Sí, eso necesito. No hay curar para no enamorarse y menos para olvidarte.

Y quien haya dicho que la perfección no existe entonces, es porque no te ha conocido. Y aunque no lo parezca, verdaderamente me alegro por ello.

Si tantas personas conocieran tu exquisitez, más de uno hubiera querido tenerte para si y no dejarte ir nunca.

De hecho la palabra perfección ha quedadote muy corta. Ninguna palabra en nuestra lengua o en cualquier otra, habrá podido descifrar los misterios de tu ser. Todas han quedado pequeñas a tu lado.

Sin embargo, tal vez haya una que ha podido empezar a vislumbrar todas las letras de tu nombre, todas las células de cuerpo, todos los fragmentos de tu alma, todos las partes de tu corazón y todas las fuerzas de tu ser

Amor.

Porque no hay nada más poderoso que el amor

Porque no hay nada más poderoso que tú…